Havel miró a su amiga que hablaba de envidia pero que de pura bondad seguramente era por completo incapaz de envidiar a nadie y le dio lástima, porque sabía que la satisfacción que dan los hijos no puede reemplazar otras satisfacciones y que además una satisfacción que tiene la obligación de cubrir el puesto de otras satisfacciones se convierte rápidamente en una satisfacción demasiado cansada.
Esta cita del libro El libro de los amores ridículos de Milan Kundera la encontrarás en El doctor Havel al cabo de veinte años
+1

Enviada por Didac hace 10 años
No se ha encontrado imágenes sobre esta frase de Milan Kundera.