Al principio Shannon había llevado la cuenta [de los latidos del niño rescatado de las aguas] con su reloj -el reloj impermeable de Sulmona también -, pero ahora seguía el ritmo inefable: el dolor de la sangre en su propia herida. Ahora toda la pierna le latía a golpetazos formidables, como si el corazón suyo, buen general del cuerpo, se le hubiese trasladado al punto del peligro. Y aquel ritmo, aquel reloj biológico, aquel golpetear del eco universal en el cuerpo humano, era el árbitro de la vida del chiquillo.
Esta cita del libro El río que nos lleva de José Luis Sampedro la encontrarás en Pág.415
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Enviada por Judith hace 9 años
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